El Catón en latín y en romance
[Zaragoza, Pablo Hurus, c. 1493]
4º
a4 b-e8
36 h, sin foliación, con signatura de cuaderno alfanumérica hasta la mitad más una de las hojas de cada cuaderno, a excepción del cuaderno a, que, al incluir la portada, no la consigna.
Al ser un formato en 4º, cuando aparecen las filigranas lo hacen en el centro del cosido, a 80 mm del borde inferior del ejemplar. Así, en el cuaderno a, que corresponde a las hojas 1-4, aparece una filigrana en las h. a ij y a iij; en b se localizan en las hojas b ij y b [vij], b iiij y b v; en c, en h. c ij y c [vij], c iij y c [vj]; en d, en h. d ij y d [vij], d iij y d [vj]; y en e, en h. e j y e [viij], e iiij y e v. Por su posición y por el proceso de restauración y reencuadernación del ejemplar de la BNE, las filigranas resultan de difícil visualización: en el catálogo WIES se registra reproducción calcada de las dos filigranas de este incunable, a partir del ejemplar de la Biblioteca Nacional de España (IBE 1536.01 e IBE1536.02), en ambos casos de un modelo similar, pero de alambres distintos y con pequeñas diferencias. Se trata de un diseño peculiar, que no hemos podido localizar en Briquet ni en el catálogo de Filigranas Hispánicas, si bien es cercano al modelo denominado «figura geométrica de tres elementos» en Bernstein – The Memory of Paper. El modelo se forma con dos medios círculos, de tamaño muy diferente, más pequeño el superior y más grande el inferior, con un eje que los une y atraviesa, en la parte más baja del cual hay un remate con forma de gota inclinada hacia su izquierda.
La caja de escritura mide mayoritariamente 145 x 90 mm, medidas tomadas de la h. e iiijr, al presentar el cuadernillo e, más sistematicidad. De modo generalizado, la caja es desigual en el ancho, puesto que contiene en una misma hoja los dísticos y monósticos latinos, normalmente hexámetros, y versos de arte mayor, que también se diferencian por el tamaño de los tipos, mayor en el caso de los dísticos.
El texto se dispone en una columna porque los monósticos o dísticos ocupan habitualmente la caja completa, y a veces incluso la transgredirían, si no se hubiesen colocado los caracteres sobrantes (a veces unas sílabas, otras una palabra entera) en una línea aparte, que viene a coincidir con la del primer verso de las coplas castellanas y que, además, lleva la misma tipografía menor que estas (un ejemplo en la h. c vr). La primera hoja contiene el título en el recto y en el verso se inicia el «Prólogo» en prosa de Gonzalo García de Santa María, que ocupa las h. a jv - a iiijv, que dispone de una presentación en cuatro líneas con el mismo tamaño de tipos, pero con reducción de la caja de escritura (75 x 20 mm).
Los Disticha Catonis propiamente dichos se inician en h. b jr. A partir de aquí se aprecian claramente diversas tendencias en el impreso. En primer lugar, el texto latino procura agruparse en dos líneas, hecho que resulta obvio en el caso de los dísticos, pero que conduce a la agrupación de varios monósticos en la primera parte (h. b jr - b ivr), que García de Santa María denomina «Prólogo del autor»; solo se produce la excepción a minore, es decir de una línea, en el caso de la agrupación de monósticos intermedia de h. b jv y de la primera y tercera agrupación de monósticos de h. b ijr, o por el corte final de la introducción del libro II de los Disticha en h. c iiijr, y la brevedad obvia del Finis que cierra la obra en h. e [viij]r; la excepción a maiore, ocupación de un mayor número de líneas por parte del texto latino coincide siempre con el inicio de cada uno de los apartados, que siempre están marcados por una capital xilográfica, lo que provoca una disposición diferente de la caja de la escritura, así como la indicación pertinente de inicio de una nueva parte y, como se verá, la inclusión de las introducciones que forman parte del texto de los Disticha Catonis: 1) h. b jr: se ha dividido la introducción de los Disticha en dos cuerpos de 6 y 4 líneas respectivamente, la primera probablemente motivada por la inclusión de la capital xilográfica; 2) h. c iijv - c ivr: en este caso, la introducción del libro segundo se ha dividido en cuatro partes de 5, 2, 4 y 1 líneas respectivamente; 3) h. d ijr: debido la escasa extensión de la introducción, las 5 líneas han sido provocadas por el encabezamiento, «Comiença la tercera parte dela obra», y el uso de la capital; 4) h. d [vij]r: se produce lo mismo en el fragmento latino de más extensión, 8 líneas, con el que se inicia el libro IV.
En segundo lugar, en la presentación de los dísticos en las páginas se produce una secuencia de 2 páginas con 3 dísticos seguida de una con 2 dísticos, i.e. 3-3-2-3-3-2 y así sucesivamente; dicha secuencia, que no guarda relación con la disposición en recto o vuelto, sino con el despliegue en el impreso de la propia obra, solo se ve alterada en los casos siguientes: a) la división de las partes de la obra; b) h. b jv - b iijv: monósticos del «Prólogo del autor», que siempre incluye 3 en cada página; c) libro I: las dos primeras secuencias 3-3-2 son sustituidas por 3-3-2+1v-1v+2, es decir, que un dístico queda dividido entre dos páginas, una línea en cada una, fenómeno que ya no se vuelve a reproducir en todo el impreso, salvo en h. b vv - b [vj]r y h. b [viij]r-v; d) Libro IV: adopta, salvo en su parte inicial, donde se incluye la presentación y la final, por concluirse la obra, la secuencia 3-3-3-2; esta variación en la secuencia se relaciona con un cambio en la secuencia de disposición de las coplas de arte mayor que afecta a este libro.
En tercer lugar, y directamente ligada a la tendencia anterior, las coplas de arte de mayor de Gonzalo García de Santa María se presentan (i) 3 por página, (ii) 4 versos más 2 coplas, (iii) 2 coplas más cuatro versos, o incluso (iv) cuatro versos más 2 coplas más cuatro versos; como se puede observar, las coplas aparecen divididas a la mitad, cuando se practica un corte entre páginas, siendo muy raro que no se produzca ese corte central; por otra parte, la disposición de 3 coplas se corresponde siempre con 2 dísticos o, en el libro I, 2 dísticos más 1 verso; tal como hemos anticipado, el libro IV (h. e jr - e [viij]r) desarrolla sistemáticamente la siguiente secuencia en la presentación de las coplas de arte mayor: 2 coplas más 4 versos (h. e jr) - 4 versos más 2 coplas más 2 versos (h. e jv) - 6 versos más 2 coplas (h. e ijr) - 3 coplas (h. e ijv); esta secuencia se repite de modo sistemático hasta el final (h. e [viii]r), que concluye con 6 versos más 2 coplas más Finis.
La tipografía de 93*CA no ofrece ninguna duda en cuanto a su adscripción al taller de Pablo Hurus; concretamente el Gesamtkatalog der Wiegendrucke (GW 0231) asigna a la edición dos tipografías distintas: 3:100G (TW ma01247) y 4:156G (TW ma01248), que no solo tienen diferente tamaño, sino que responden, incluso, a dos diseños distintos, con dos modelos de M: la M100 y la M16C, respectivamente.
El inicio de cada una de las cinco partes de las que consta la obra se inicia con una capital xilográfica en arracada de tres líneas de texto en tipografía mayor: C (h. b jr), S (h. b iiijr), T (h. c iijv), H (h. d ijr) y S (h. d [vij]r). Están colocadas en un marco de doble filete con decoraciones vegetales en el interior y todas ellas comparten unas medidas de 20 x 20 mm. Los distintos apartados dentro del texto se marcan mediante calderones, tanto para el prólogo en prosa (principio y conclusiones, respectivamente, h. a jv y a iiijv), como para los versos castellanos que siguen los dísticos latinos, aunque en tres ocasiones no se ponen, seguramente por descuido del cajista (h. c vr, d vv y e [vj]r).
Edimburgo, National Library of Scotland, INC 317.5 [ficha]
La encuadernación es antigua, de estilo renacentista, en piel marrón sobre tapas de madera, con lomo de cuatro nervios en relieve y cubiertas gofradas. La cubierta presenta un mecanismo de cierre, colocado en el centro de las dos tapas y compuesto por una tira de piel que, desde el plato superior, con un gancho de latón se ata al soporte, del mismo metal, colocado en el plato inferior. El gofrado presenta en el centro tres recuadros perfilados por triples hilos y motivos geométricos en su interior que alternan líneas oblicuas paralelas y losanges; en los márgenes corre un marco compuesto por las mismas líneas oblicuas paralelas alternadas. A pesar de funcionar todavía el sistema de cierre, la encuadernación del ejemplar se encuentra muy gastada, con rozaduras y roturas de la piel en las cabezadas y en los platos, sobre todo en el inferior, lo que parece probar un uso intensivo o la conservación en horizontal del volumen. Se trata de un volumen facticio, puesta este ejemplar está encuadernado, en este orden, con el de una edición incunable de los Proverbios del Marqués de Santillana (Sevilla, Menardo Ungut y Estanislao Polono, 1494), con signatura independiente (Inc. 321.5).
El papel mide 203 x 144 mm. Las medidas se toman de la h. c j, donde el cosido de la encuadernación se está desprendiendo y el ancho de página puede medirse en toda su amplitud.
36 (a4 b-e8), 36 h
El ejemplar consta de 36 hojas por lo que atañe al Catón. El volumen no tiene más guardas que la pegada y su solidaria, anteriores y posteriores. El ejemplar de los Proverbios del Marqués de Santillana consta de 88 hojas, con lo que el total de hojas del volumen facticio es de 124.
El texto del Catón está mútilo en su última hoja (e 8), porque, a partir de su mitad, le falta toda la esquina inferior externa. Así se pierden una mínima parte de la penúltima estrofa, cuya palabra final puede leerse parcialmente («pre» por «preciosa»), y la última estrofa del impreso casi por completo, pues le falta poco menos de la mitad de todos los versos e, incluso, del dístico latino. La pérdida parece fruto de la rasgadura de una parte del folio, aunque a partir de los cuadernos c y d se aprecian también huellas de insectos xilófagos, que afectan el margen inferior de las hojas y se hacen más evidentes en el último cuaderno (e), cuyo folio final mutilado presenta iguales agujeros y deterioros en la zona superior interna.
Entre los cuadernos a-b y c-d, que se están soltando del cosido, pueden verse unas cartivanas de refuerzo, lo que lleva a pensar que, probablemente, cuando se encuadernó junto con los Proverbios de Santillana, este ejemplar del Catón ya había sufrido algún tipo de deterioro.
El ejemplar presenta notas de mano moderna en la primera hoja de guarda, la que es solidaria con la encuadernación, una pegatina de la National Library of Scotland contiene, a lápiz, las signaturas de los dos incunables que integran el facticio.
Asimismo, aparecen numerosas notas manuscritas de época, de distintas manos, naturaleza y extensión, tanto en la parte que contiene los Proverbios del Marqués de Santillana como en la del Catón. Atendiendo al contenido de algunas de estas notas, parece que las dos obras fueron objeto de lecturas atentas y sistemáticas; limitándonos al Catón y a una clasificación tipológica de las apostillas marginales, podemos individuar una misma mano que anota varios lugares de la obra. Las notas pueden clasificarse en los siguientes tipos: hay veces en las que nuestro anónimo lector subraya con trazos de pluma verticales en el margen la glosa al texto latino, sin añadir ningún comentario, como en la h. b iiijv, donde se destaca así la glosa del dístico I, 2 («Plus vigila semper nec somno deditus esto, Nam diuturna quies vitiis alimenta ministrat»); otras, reescribe al margen de la copla una palabra que se halla en los versos de micer Gonzalo, como en el caso de «bahurrero» (h. c jr); lo mismo ocurre en la hoja c 6r, donde se subraya la copla que glosa II, 9 («Corporis exigui uires contempnere noli; consilio pollet cui uim natura negauit») y, de nuevo, se copia en el margen derecho la misma palabra que aparece al final del cuarto verso de la estrofa: «mosquito»; en este tipo de notas se aprecian incluso erratas, como en la h. c 6v: a propósito de la glosa al dístico II, 14 («Esto animo forti cum sis dampnatus inique; nemo diu gaudet qui iudice uincit iniquo»), pone «contientia», quizás por «constante», ya que es esta la palabra utilizada por García de Santa María en sus coplas. Otras anotaciones, en cambio, parecen poner de relieve las referencias que proporciona el texto, como en la praefatio al segundo libro (h. c iijv), que trata de las lecturas recomendadas: la mano anota al lado de «Si romana cupis et punica noscere bella, Lucanum queras, qui Martis proelia dicet» la referencia «Lucanus ̶̶- | dixit de guerras» y, en la estrofa subsiguiente (h. c iiijr) añade, donde se habla de Ovidio, «De enamora | dos | Ovidio de ar | te amandi».
En algunas ocasiones la nota compendia el contenido del texto; así, por ejemplo, en la h. c iiijv, donde el texto latino dice «cum mortem metuis amittis gaudia vite» (dístico II, 3), se lee: «mortis is». En otras, el anónimo lector parece más bien comentar el contenido de las estrofas, como cuando, tras destacar la copla glosadora que empieza «No quieras con saña contender de cosa» (dístico II, 4) añade en el margen izquierdo del folio «Verdad» (h. c vr); análogamente, en el vuelto de la misma hoja, en la copla que glosa el dístico II, 10 («Quem scieris non esse parem tibi, tempore cede; uictorem a uicto superari sepe uidemus), subraya de la acostumbrada manera los versos castellanos, para añadir esta vez «opinion» en el margen izquierdo; en otro lugar (h. d jv), acerca del dístico II, 29 («Iudicium populi numquam contempseris unus, ne nulli placeas dum uis contempnere multos»), escribe un comentario más extenso: «necedad gran | de seguir a mu | chos». Volviendo a la h. c vr, encontramos otro tipo de nota, en la que, más que resumir o comentarlo, se parafrasea parte del contenido de la copla, pues leemos «lo bu[e]no | nunca mu | ere» (así el verso: «y lo bien fecho jamas nunqua muere»). Finalmente, en el margen izquierdo de la h. d ijv, en la primera parte de la praefatio que encabeza la tercera sección de la obra, pone «Preçeptos» y, con esta nota, se interrumpen abruptamente todos los comentarios.
Como consta en la ficha del catálogo de la Biblioteca, el ejemplar fue vendido por la casa inglesa Sotheby's en una subasta que tuvo lugar en los días 19 y 20 de febrero de 1945; en esta ocasión se hizo con el volumen, por el precio de 350 libras, la compañía de anticuarios londinenses Bernard Quaritch Ltd, de quienes lo compró la National Library of Scotland poco después, el 28 de febrero del mismo año, gracias a los fondos procedentes de las rentas del castillo de Lauriston. Así se declara también en una nota manuscrita a lápiz presente en el vuelto de la hoja de guarda volante. Además de contener una importante colección de libros, el legado del castillo de Lauriston consistía en una renta, conocida también como Reid Fund, de la que se dotó a la recién nacida National Library of Scotland a la muerte de Margaret Reid, viuda del empresario William Robert Reid († 1919), ocurrida en 1926; así, la biblioteca podía contar con un fondo propio para sus adquisiciones, además de las subvenciones otorgadas por el gobierno. La disponibilidad de dinero, la crisis del mercado anticuario del libro debida a las vicisitudes del segundo conflicto mundial y el espíritu emprendedor de su director William Beattie († 1986) fueron los factores que propiciaron la adquisición de importantes lotes de libros —se cuentan más de cien incunables en la época que va de 1939 a 1944— con los que fue enriqueciéndose el fondo antiguo de la Biblioteca Nacional de Escocia.
Madrid, Biblioteca Nacional de España, INC/401 [ficha] [digitalización]
En la segunda mitad del siglo XX este ejemplar, una vez lavado y guillotinado, ha sido reencuadernado en pasta valenciana con las planas marmoleadas en colores verdes, amarillos, rojizos y anaranjados, y un marco de doble filete dorado, con unos puntos, asimismo en oro, en las cuatro esquinas. Tiene los cortes dorados y el lomo presenta cinco nervios en relieve: entre el primero y el segundo se ha grabado en mayúsculas doradas «García | El | Caton»; después del último se ha pegado el tejuelo con la signatura de la biblioteca. Tanto al principio como al final del ejemplar la guarda pegada en la contratapa y el recto de la primera guarda volante son de papel de peines (en rojo, azul, blanco y verde) y luego, a partir del vuelto de la primera guarda, de papel común; contamos hasta cuatro guardas anteriores y otras tantas posteriores. En la contratapa delantera aparece otro tejuelo con la signatura, que se copia a lápiz también en el vuelto de la primera guarda.
El papel mide 198 x 133 mm, tomadas de la h. b iij, con clara señal de guillotinado por la encuadernación contemporánea.
III+36+IV (a4 b-e8), 43 h
Excelente estado de conservación debido a su restauración con lavado, guillotinado y encuadernado. La h. a j presenta restos de rasgaduras restauradas arriba (35 mm) y abajo (100 mm) del título. Todas las hojas presentan señal de que han sido dobladas en la esquina inferior derecha, incluso en algunos casos con inicio de rotura, especialmente en h. e [viij], la cual ofrece abundantes marcas de humedad y doblez. Todo ello, como se ha dicho, reparado y consolidado.
El guillotinado para la restauración contemporánea no afecta al texto de los Disticha Catonis, pero sí a los marginalia, algunos de los cuales aparecen recortados. Dichos marginalia contienen notas de guion (b jr, b iijr, c vv, c [vi]r-v) notas aclaratorias (b jr, b ijr-v, c iiijr-v), señalan referencias a textos de San Pablo (b ijv) o de Aristóteles (b ijv), o una tachadura completa tanto del texto latino como de la glosa poética por discrepancia de contenido (c iiijv). Todos los marginalia proceden de la misma mano.
No se tiene noticia de que haya habido más poseedores que la propia BNE. Pérez Gómez (1964: 115-119) estudia la historia de este ejemplar y presta especial atención a su desaparición temporal de la BNE (Martín Abad 1984: C-75). Este mismo autor lleva a cabo el facsímil, la transcripción y la descripción de este ejemplar (Pérez Gómez 1964). El ejemplar no fue localizado en dicha biblioteca hasta 1908; por ello, esta obra, que había pasado desapercibida hasta que es mencionada por Gallardo (III, n.º 2316), sin que indicara su localización, pese a describir su tipografía y transcribir el prólogo y la primera copla castellana, no fue localizada por Menéndez Pelayo (Bibliografía hispano-latina, I: 383-387), ni por Haebler (nº 140), ni por Vindel, Arte tipográfico, IV, n.º 57. Todo ello permite concluir que el lavado y encuadernación del ejemplar se realizó en la segunda mitad del siglo XX, más que probablemente entre la década de 1940 y de 1960, si atendemos a la presencia del sello de la Biblioteca Nacional – Raros con reproducción del águila franquista en las h. a jr, b [vii]r y e [viii]v. No hay ninguna referencia a posibles poseedores, más allá de las anotaciones marginales debidas a una sola mano, que no permiten una mayor aproximación.
El Caton en latin: ↊ en romançe. (h. [a j]r).
Sin colofón.
A pesar de que no hay colofón, sí que contamos con el éxplicit general Finis (h. e [viij]r) y del correspondiente al prólogo en verso, unido a la rúbrica de comienzo de obra: «Fenece el plorogo (sic) del auctor: | E comiença la obra.» (b iiijr). Más allá de estos éxplicits, del título y de las rúbricas de cada sección, no hay otros paratextos tipográficos, pero sí uno editorial de cierto calado, probablemente preparado para esta edición, en tanto que es uno de los intelectuales del círculo más cercano de los Hurus: el Prólogo (h. a jv- a iiijv) con el que Gonzalo García de Santa María inicia su trabajo, en el que desarrolla los temas siguientes: captatio benevolentiae (h. a jv, l. 1-18); situación de la formación en España (h. a jv, l.18 - h. a ijr); causas de la obra (h. a ijr - a iijv); razones del arte mayor (h. a iijr, l. 7 - h. a iijv, l. 12); el arte debe adecuarse a la materia (h. a iijr, l. 10-19); relación forma-contenido según Horacio (h. a iijr, l. 19 - h. a iijv, l. 3); causa del Prólogo, realizado en prosa por lo dicho arriba (h. a iijv, l. 12-24); razones de la mengua de ingenios frente a la Antigüedad y nueva captatio benevolentiae (h. a iijv, l. 24 - h. a iiijv, l. 14); indicaciones sobre su versificación (h. a iiijv, l. 14-28). Además, la obra en verso cuenta con un prólogo propiamente dicho.
Gonzalo García de Santa María
[título (h. a jr)]
1 Rúbr.: Prologo del doctor Gonçalo garcia de | sancta maria en la obrezilla vulgarmente | llamada el caton por el dicto micer Gon|çalo tras ladada en coplas. Ínc.: Dos artes de bien fablar. Éxpl.: como en la inuencion que de si mismo toma (prosa) (h. a jv - a iiijv).
2 Ínc.: Como yo ymaginasse en mi coraçon. Expl: porque mas delecte este mi dictado (168x8) (h. b jr - e viijr) (ID6944).
Como se desprende del título, en la edición del Catón en latín y en romance encontramos dos ámbitos textuales bien diferenciados: las partes en latín y, a partir de estas, la glosa poética en castellano que compone Gonzalo García de Santa María. Aunque su distinción esté cuidadosamente marcada —no solo por el mero dato lingüístico, sino también desde un punto de vista tipográfico, mediante el empleo de tamaños de letra diferentes— estos dos ámbitos textuales, como es lógico, se encuentran muy vinculados entre sí e interactúan constantemente. Por consiguiente, pueden individuarse tres niveles de análisis ecdótico para el Catón: el del texto latino, con sus propios avatares y su larga tradición; el del texto en romance, con sus peculiaridades en cuanto impreso que lo singularizan como tal; y, por último, las consecuencias de la interacción entre los dos. Para este último nivel de análisis conviene adoptar el enfoque que, a partir de las consideraciones de Martos acerca de las oraciones latinas glosadas (2022), se conoce como collatio subyacente y permite estudiar de qué manera el texto latino funciona como hipotexto de la glosa. Será oportuno, por tanto, desarrollar unas consideraciones ecdóticas teniendo en cuenta la presencia de estos tres niveles; sin embargo, no convendrá seguir el orden cronológico y consecuencial que se acaba de referir (texto en latín, texto en castellano y su interacción), sino más bien avanzar según los grados de profundización ecdótica que cada uno de los tres niveles consiente: se empezará, pues, por los aspectos que conciernen exclusivamente el texto en romance, para pasar después al texto latino y, por último, terminar con las complejas dinámicas en que se implican los dos.
Empezando, pues, por las partes en romance, o sea, el proemio en prosa y las glosas, podemos ver cómo en la cuidadosa edición crítica del Catón llevada a cabo por Sánchez López (2015) se anotan algunos errores de imprenta; muchos de ellos pueden atribuirse directamente al cajista, ocasionados por meros errores de lectura o descuidos puramente mecánicos, como por ejemplo «cosas» por «cosa» y «pnesto» por «puesto» (Sánchez López 2015: 58). Errores de este tipo —un plural donde la concordancia exigiría un singular, la inversión de un tipo— aparecen también en otras ocasiones: de forma análoga, en I.14, v. 235 se lee «necios» por «necio» (Sánchez López 2015: 76, n. 157); en IV.17, v. 1089, donde hay «consernar» por «conservar» (Sánchez López 2015: 123, n . 414); así también «alguuo» por «alguno», en IV.46, v. 1328 (Sánchez López 2015: 134, n. 466).
Otros errores del cajista pueden ser la alteración por metátesis de «plórogo» en lugar de «prólogo» (Sánchez López 2015: 70, n. 116), llamativo al encontrarse en un paratexto, una de las primeras rúbricas en cuerpo mayor con la función de marcar la cesura entre la sección de monósticos y el principio de los dísticos propiamente dichos (I, f. biiijr). Por encargarse habitualmente las tipografías de estos elementos paratextuales, no cabe duda de que aquí se trata de una errata que se produjo en el taller de los Hurus y que pasó desapercibida, pese al lugar destacado que ocupa. Algunas veces, se inserta un carácter de más: así ocurre hacia el final de la obra (IV.14, v. 1066), donde tenemos «animmal» por «animal» (Sánchez López 2015: 123, n. 408); otras, el cajista pudo invertir también el orden de las palabras, como en IV.48, v. 1342, donde se lee «tu &» por «& tú» (Sánchez López 2015: 135, n. 470). Aparte de estas pocas, el texto en romance no presenta más erratas y resulta, por tanto, bastante correcto en su conjunto; cabe suponer que micer Gonzalo, colaborador asiduo del taller zaragozano de los Hurus como él mismo declara en su prólogo en prosa y experto corrector de imprenta, tuvo que vigilar muy de cerca la edición de su glosa romance del Catón.
En otro nivel del análisis ecdótico, encontramos al texto latino. Los Disticha Catonis presentan una tradición muy compleja, resultado de una serie de estratificaciones. Por lo que concierne a la paternidad de la obra, cabe precisar que, pese a su título, ni Catón el Censor (o Maior) ni su hijo y homónimo, el Uticense, pudieron ser autores de los Disticha. Las referencias que contienen algunos dísticos demuestran de manera incuestionable que la obra se compuso bastante después de la muerte de los dos famosos Catones. Hay quien ha atribuido la autoría de los Disticha también a un tercero, un desconocido Dionisio Catón, del que sin embargo no se tienen noticias. Por tanto, cabe concluir que la obra contiene las máximas de un anónimo escritor quien, desde el comienzo, parece dirigirse a su propio hijo, al cual ofrece consejos sobre cómo llevar una vida moralmente recta.
Como es de imaginar, la fama de la que gozaron los Disticha y su larga vigencia como obra de referencia moral determinaron una rica y heterogénea transmisión textual, que acabó por afectar también a la estructura de la obra; de hecho, contamos con centenares de manuscritos y otros tantos incunables. En este maremágnum de copias, comentarios, compendios y versiones vernáculas, ha puesto cierto orden la monumental edición póstuma de Boas (1952), que tiene el mérito de aislar unas tradiciones principales dentro de este gran acopio de testimonios. Según su reconstrucción, podemos encontrar una serie de etapas en la redacción de los Disticha: una primera, comprendida entre los siglos II y IV d.C., se corresponde con la larga horquilla durante la cual dicha obra pudo haberse gestado; de esta, no han sobrevivido testimonios directos. Después, tenemos la que Boas (1952) denomina Traditio vetustior, que comprende distintas familias de manuscritos: de la primera fase de esta tradición (siglos IV-IX) se nos ha conservado un único testimonio, el más antiguo de todos, conocido como Codex Veronensis 163 (e identificado como A), que presenta un texto desordenado y mútilo; entre los siglos IX-X tenemos otro grupo de testimonios Vetustiores, representado por la llamada recensión Vulgata de la obra (Baehrens 1881), con una serie de códices que, pese a tener sus propias especificidades, presentan características estructurales y de contenido bastante homogéneas. Entre ellos, se halla también el primer ejemplar de la llamada tradición hispano-gálica, cuyo manuscrito más representativo es el Codex Matritensis del siglo IX (B). Algunos integrantes de esta rama de la tradición han aparecido en fechas bastante recientes: así por ejemplo el Codex Ripollensis 106 (R), fechable alrededor del s. X (González Rolán 1974), cuyo hallazgo ha contribuido a fijar la transmisión de la familia hispano-gálica a partir de un mismo arquetipo (Mesa Sanz 2021: 40).
Entre los siglos X y XV tenemos la Traditio recentior, representada por más de cien manuscritos; esta etapa de la tradición está marcada por una tendencia a la proliferación de versiones, que además se contaminan entre sí. Entre los testimonios recentiores empiezan a aparecer también las primeras traducciones vernáculas. La última fase de la transmisión de la obra se conoce como Traditio recentissima y, cronológicamente, se solapa en parte con la recentior, pues va del siglo XIII al XVI; en esta se integran los impresos, los comentarios, otras traducciones (como la nuestra) y los intentos de fijar el texto de la obra en una forma filológicamente más rigurosa.
Como queda dicho, una transmisión tan intrincada y compleja acaba por afectar ineludiblemente también a la estructura de la obra. Así pues, a partir de la Vulgata —y luego en las tradiciones recentior y recentissima— esta comprende una epístola en prosa, con función de prólogo, seguida por 56 breves sententiae, asimismo en prosa, las mayoría de las veces constituidas por dos palabras y con el verbo en imperativo; después de esta sección, que se conoce también con el nombre de Cato parvus (o Parvus Cato), vienen los dísticos propiamente dichos, 144 en total, que se reparten en cuatro libros. Así las cosas, estas cuatro partes constan de 40 (Libro I), 31 (II), 24 (III) y 49 (IV) dísticos; además, los libros de II a IV presentan un prólogo propio, en metro. Para diferenciarla de la que está en prosa, esta parte en verso, que comprende los cuatro libros de dísticos y los prólogos métricos de los libros II, III y IV se conoce también con el nombre de Cato Magnus o (Magnus Cato). La autenticidad del proemio en prosa y su correspondencia con los dísticos ha sido demostrada por Boas (1952), quien sin embargo plantea bastantes dudas sobre las breves sententiae: según su propuesta crítica, se trata de interpolaciones añadidas en la Edad Media, sacadas en su mayoría bien de los propios dísticos, bien de otros libros gnómicos, como los Siete Sabios. También los prólogos métricos de los libros II-IV son, con mucha probabilidad, interpolaciones posteriores, que no sirven de introducción a los distintos libros que encabezan, sino que funcionan como proemios a la obra entera. Además, el prólogo del libro III no se dirige al hijo, sino a un genérico lector, un indicio más de la autoría apócrifa de este paratexto. Así las cosas, el texto latino que en el siglo XV llega a manos de Gonzalo García de Santa María es el resultado de una transmisión muy complicada, fruto de múltiples lecturas en épocas distintas que han ido paulatinamente conformándola. El glosador no puede discernir dichos elementos, que a estas alturas (estamos en la tradición recentissima) están completamente integrados en el texto, percibido como unitario, aunque, como se acaba de ver, así no es.
Llegamos, pues, al tercer nivel del análisis ecdótico, el que toma en consideración las dinámicas según las cuales el texto latino interactúa con la glosa en romance. Siguiendo las pautas estructurales de los Disticha, primero encontramos la serie de monósticos. Tras un simple recuento, observamos que, dentro de esta serie, faltan dos y, por su ausencia, se reduce a 54 el número total de las sententiae del incunable, frente a las 56 de la tradición Vulgata. No es algo infrecuente, puesto que en las distintas ediciones que se suceden podemos encontrar un número variable de sentencias. De hecho, como señala Mesa Sanz, de los tres incunables que él compara, esta versión poética de Gonzalo García de Santa María es la más completa, al tener 90*DC —la traducción de Martín García (Zaragoza, Hurus, ca. 1490)— solo 48 monósticos, frente a los 52 de los Disticha Moralia en latín impresos entre 1488 y 1490 en Zaragoza (Mesa Sanz 2021: 41). Los dos que faltan en 93*CA son los números 33 y 35 de la edición de Boas (1952), respectivamente «ad praetorium stato» y «virtute utere». Como queda dicho, no es posible saber si estos se perdieron durante el largo proceso de transmisión y copia del original latino o en la realización de la glosa por parte de micer Gonzalo. No cabe duda de que el orden de las sentencias de 93*CA se ve muy alterado frente al de la tradición Vulgata, que Boas (1952) indica como auténtico basándose en las sentencias dúplices del tipo «mutuum da» y «cui des videto» (n.º 16-17), «trocho lude» y «aleam fuge» (n.º 36-37) o «libros lege» y «quae legeris memento» (n.º 26-27); como es lógico, son todas ellas consecutivas y no se encuentran separadas. Así pues, el orden correcto de las sententiae frente a la secuencia propia del incunable presenta divergencias muy interesantes, aunque no es posible determinar si estas alteraciones son fruto de la voluntad de Gonzalo García de Santa María o estaban presentes en el original latino que él manejó: lo cierto es que nuestro traductor, a la hora de glosar los monósticos, decidió reunirlos en grupos, que pueden ir de un mínimo de dos a un máximo de seis sentencias, lo que determinó consecuencias interesantes desde el punto de vista ecdótico.
Pasando a la serie de dísticos, ni decir tiene que las corruptelas textuales del original latino pudieron afectar a la traducción de Gonzalo García de Santa María, sobre todo si estas, a pesar de la pericia de nuestro traductor como latinista, no fueron percibidas como tales. Un caso emblemático es el del monóstico número 29 (n.º 40 de la Vulgata). En 93*CA leemos «tute consule», lección común también a otros testimonios, sobre todo dentro de la tradición recentissima e incunable (Boas 1952: 24); en realidad, puede ser una banalización por error en la segmentación de las palabras, en lugar de la lectio difficilior «tu te consule» que aparece en la Vulgata y que debería considerarse la lectura correcta. El cambio semántico que así se determina es notable, porque del «consúltate a ti mismo» de la Vulgata se pasa al «Da buen consejo, seguro e discreto» de 93*CA (Sánchez López 2015: 66), que es como García de Santa María interpreta y traduce la sentencia, basándose en la forma que esta poseía en el original manejado por él.
En la sentencia n.º 9 (7 en la Vulgata) puede apreciarse otro influjo del texto original sobre la traducción de Gonzalo García de Santa María; en el mismo lugar la edición de Boas señala mediante una crux desperationis una lección dudosa, debida a la presencia de una laguna textual en los manuscritos más antiguos de la tradición Vulgata. Sin embargo, en nuestro Catón y en otros testimonios posteriores, pertenecientes a la tradición recentísima e incunable, la lectura resulta ser «ante quam voceris, ad consilium non accesseris»; por consiguiente, la traducción de Gonzalo García de Santa María acoge esta interpretación sin plantearse dudas al respecto.
Por un error en la transmisión común a varios testimonios de distintas tradiciones (se encuentra ya en la Vulgata) un dístico de la obra se copia dentro del prólogo en metro del tercer libro. Según algunos códices, la posición correcta de este dístico sería al final del libro II, mientras que para otros sería al principio del libro III (Boas: 142-143, 149-150, 152); en todo caso, nunca debería encontrarse en el paratexto colocado al principio de la penúltima sección de la obra. Sin embargo, en 93*CA, así como en los incunables coetáneos de 90*DC y de los Disticha Moralia impresos por Hurus alrededor de 1490, la situación es idéntica. Es un error común a los tres testimonios del que ya ha dado debida cuenta la crítica (Mesa Sanz 2021: 46) y establece un elemento útil para vincular los tres incunables desde el punto de vista de la transmisión textual a una tradición o familia análoga, pese a las contaminaciones que seguramente hubo y que dificultan una relación genética entre los tres impresos, a pesar de haber salido en fechas próximas y de un mismo taller tipográfico.
Gracias a estos y otros elementos, podemos deducir que, para su glosa poética, micer Gonzalo no utilizó sino una versión del texto latino (quizás una copia que él mismo, apasionado bibliófilo, poseía), sin preocuparse por cotejar su ejemplar con otros; el glosador aceptó, por consiguiente, las lecciones que se hallaban en su modelo. A diferencia de lo que harían otros humanistas de su época, como Nebrija, o también Erasmo, quien fija la edición canónica, su intento no era el de ofrecer un texto enmendado o depurado de errores procedentes de una tradición compleja, contaminada y muchas veces espuria, como es la de los Disticha Catonis, sino más bien el de divulgar en lengua romance el texto.
Baehrens, Wilhelm Adolf (1881), Poetae Latini Minores, 3, Leipzig, Teubner; Boas, Marcus (ed.) (1952), Disticha Catonis, Amsterdam, North-Holland Publishing Company; González Rolán, Tomás (1974), «La tradición de los Dicta Catonis y el Ripollensis 106», Habis, 5, pp. 93-108; Martos, Josep Lluís (2022) «La Glossa sobre l’Ave Maria molt devota del Natzaré: transmissió textual, collatio subjacent i edició crítica», Scripta, 19, pp. 241-280. https://doi.org/10.7203/scripta.19.24475; Mesa Sanz, Juan Francisco (2021), «Ecdótica y glosa poética: la tradición textual de los Disticha Catonis a partir del pliego incunable de Martín García (90*DC), Criticón, 141, pp. 37-52. https://doi.org/10.4000/criticon.18950; Sánchez López, Juan Francisco (ed.) (2015), El Catón en latín y en romance, Zaragoza, Institución Fernando el Católico.
Las dos partes que integran el incunable —el prólogo en prosa y la glosa en versos de arte mayor— presentan rasgos lingüísticos comunes, a la vez que peculiaridades propias, determinadas por razones de orden pragmático. Si Gonzalo García de Santa María ostenta en el prólogo su habilidad como prosista en lengua castellana, su conocimiento de las artes poéticas y su erudición, su glosa al texto latino del Catón pretende dirigirse a un público de lectores más amplio, ensanchado gracias a las posibilidades de difusión del medio impreso; para conseguir este objetivo, a diferencia del paratexto, se vale de recursos expresivos más cercanos al registro coloquial usado en Aragón a finales del siglo XV. Por otro lado, la presencia de regionalismos en la más extensa sección poética del incunable puede relacionarse también con las exigencias formales y expresivas del autor, ya que le facilitan la organización métrica de la estrofa, al constituir una especie de comodines lingüísticos. Finalmente, el hipotexto latino de los dísticos y monósticos constituye otro factor primordial de análisis lingüístico, ya que muchas veces condiciona el léxico y la sintaxis del texto poético en romance. De todas estas dinámicas da cuenta la edición de Sánchez López (2015), tanto en las notas al pie del texto como en los apartados del estudio lingüístico introductorio que le precede, encaminado sobre todo a detectar las presencias catalano-aragonesas en el idiolecto del autor; por tanto, sus investigaciones constituyen el punto de partida obligado para cualquier aproximación lingüística a esta edición incunable.
Por lo que concierne a la grafía (y a sus eventuales reflejos fonéticos) puede apreciarse una sustancial uniformidad, con pocas excepciones, la mayoría de las veces atribuibles a vacilaciones características del castellano en esta época, más que a un influjo de las lenguas peninsulares orientales. Es de suponer que el papel de corrector de imprenta que, como sabemos, micer Gonzalo desempeñó en la oficina tipográfica de los Hurus (mencionado también en su prólogo), contribuyó en buena medida a esta regularidad gráfica. Por ejemplo, se mantienen constantes en el incunable las alternancias entre fonemas dentoalveolares africados sordos [ts], representados mediante c (delante de e, i) o ç, y sonoros [dz], mediante z; lo mismo se observa para los fricativos alveolares sordos [s] y sonoros [z], representados respectivamente, mediante s y -ss- (en posición intervocálica); los fonemas fricativos prepalatales emplean las grafías x cuando son sordos [ʃ] o g (esta última, delante de e, i), j cuando son sonoros [ʒ]. Es igualmente regular la distinción entre fonemas bilabiales oclusivos [b] y fricativos [β], representados, respectivamente, mediante b y v, con pocas vacilaciones, que por otra parte pueden considerarse típicas del castellano medieval (deves); en ocasiones, dichas variaciones comportan más cambios en la fonética de la palabra, como en embuelta, cuya nasal se labializa por asimilación regresiva como consecuencia del empleo en este contexto de la oclusiva bilabial.
Según apunta Sánchez López (2015: 35), pertenecen al usus scribendi del autor las inserciones de u entre consonante velar (sorda o sonora) y vocal no palatal (a, o), que, según los casos, puede motivarse bien por influencia del aragonés (siguas, quada, quadaldía, qualque), bien por analogía con las formas latinas (nunqua, quasi), aunque su uso no es sistemático en el texto del incunable (quada alterna con cada) y no siempre se puede atribuir con seguridad valor fonético a los dos fenómenos complementarios. En cuanto al vocalismo, se registran las oscilaciones de las vocales átonas características de los textos castellanos cuatrocentistas, con formas fenecer (que es también arcaísmo lingüístico), egualasse, podiesse, logar, Pernaso, discuido, etc.; la diptongación típica del castellano se da en formas como luengo, hoy considerado un cultismo léxico (> lat. LONGUS), por largo. En ocasiones, estas alteraciones vocálicas pueden atribuirse a la acción de substrato del aragonés: así se motivan las preferencias por formas típicas de esta zona como promicia, aragonesismo por primicia.
Las grafías latinizantes, posiblemente sin efectos fonéticos, abundan en todas las secciones del incunable y delatan la formación humanístico-jurídica de nuestro autor, así como las tendencias imitativas típicas de la lengua del cuatrocientos; así se explica la presencia de formas como diligentia, pero también las grafías etimológicas Hespaña o hespañola, al igual que el mantenimiento en muchas palabras de origen latino del grupo consonántico -CT-, sistemáticamente respetado (punctos/punctuación, juncto, tractamos, auctores). De la misma manera, el autor manifiesta la tendencia a mantener el grupo etimológico -p’r-, originado por la pérdida de la vocal protónica, en las voces del verbo temprar (> lat. TEMPĔRĀRE) y en sus derivados (tempre, temprança), quizás por efecto del catalán temprar, frente a la disimilación que se da en la forma castellana templar (temple, templanza). La caída de la vocal en posición protónica es fenómeno frecuente en 93*CA: la encontramos en formas como drecho y, coherentemente, en sus derivados (endreçe); el fenomeno afecta incluso algunas formas verbales vernáculas, como las del condicional (devríamos).
Junto con estos rasgos, aparecen en 93*CA grafías típicas del Este peninsular, algunas de ellas de uso sistemático, como la f- etimológica inicial, más arraigada en entornos aragoneses; Sánchez López (2015: 35) detecta incluso una diferenciación semántica de la misma forma según comience con f- o con h-, como por ejemplo entre los términos huir (‘temer’) y fuyr (‘alejarse’, ‘huir’). En cambio, el dígrafo ny para la nasal palatal (banyes) se emplea tan solo una vez, frente al más generalizado uso de ñ, incluso en las palatalizaciones extremas, como opiñones. Es de suponer que este uso único del dígrafo dependa más de un automatismo lingüístico del cajista que del propio autor, al igual que los esporádicos casos de dental sorda al final de la palabra (ret, salut), totalmente minoritarios en el impreso frente a los apéndices sonoros típicos del castellano. Lo mismo puede observarse a propósito de la aparición aislada del dígrafo li para representar la lateral ll en lieva, término que encontramos en el prólogo en prosa a la obra; en las coplas aparece en posición de rima fillo en lugar de fijo, forma prevalente en el incunable.
La h expletiva, empleada para marcar el hiato, es otro rasgo típico en los escribientes orientales durante el siglo XV e incluso después, pese a haber caído en desuso esta práctica en Castilla ya a principios de la centuria sucesiva; encontramos ejemplos de este fenómeno tanto en el prólogo (donde se repite dos veces acahece), como en la glosa poética (acahezca, acahece, traher). En cambio, hay veces en las que la presencia de la h se debe a la etimología, como en la forma ahunque (lat. ĂDHŪC QUAE); lo mismo ocurre para todos los numerosos casos de s- líquida (studio, stado, scrivieron, scrivió), que aparece incluso en palabras que no son de origen románico (scarnio > germ. *skernjan) y que en castellano prevén la inserción de la e- protética.
A nivel morfosintáctico, se aprecian construcciones pronominales por influjo del aragonés del tipo de con ti, con si, que conviven con las castellanas conmigo/comigo, consigo (Sánchez López 2015: 36). La preposición dende (lat. DĔINDĔ) constituye, en cambio, un ejemplo más de la predilección por las formas más cercanas a la lengua latina. En los versos, prevalece el uso de la conjunción mas frente a pero/empero, lo cual no es de atribuir solamente a la exigencia de ahorrar sílabas en los versos, en cuanto su uso es preponderante también en el prólogo. Lo mismo puede decirse de la conjunción causal ca, aunque se registra la ausencia de su homóloga aragonesa car; en cuanto a los nexos y conjunciones, abunda el uso de la preposición sinse, de origen catalana (> sense), que coexiste con su homóloga castellana sin. El texto presenta arcaísmos atribuibles, más que a preferencias por parte del autor, a lógicas métricas, como atal, empleado para ajustar el cómputo silábico según las circunstancias; lo mismo puede observarse a propósito de algunas construcciones con doble determinante, artículo + posesivo + sustantivo (los tus oídos).
Algunos rasgos relativos a la morfología verbal pueden considerarse también arcaísmos lingüísticos, como las formas del imperativo con apéndice vocálico sey por sé, cuyo uso es generalizado en las coplas, donde los imperativos abundan, al encontrarse también en el texto latino glosado; las formas del condicional alteradas por metátesis (convernían) se encontraban, asimismo, en retroceso a finales del XV. En cambio, pueden atribuirse a la presión del aragonés las divergencias en cuanto a la selección de la conjugación verbal frente a la norma castellana: dan cuenta de este fenómeno las voces del verbo render (cast. rendir) o los gerundios formados a partir de temas del perfecto (pusiéndolo), a menudo con las alteraciones vocálicas típicas de los perfectos fuertes del castellano medieval (estoviendo), tendencia evidente también en la formación de algunos participios (tovido). Al igual que para otras categorías gramaticales, el uso ocasional de las formas típicamente aragonesas de algunos verbos, más cercanas a la etimología latina, como fa (‘hace’), fues (‘fuiste’) y sale (‘sal’), puede atribuirse a necesidades métricas.
A nivel sintáctico, tanto en el prólogo en prosa como en los versos se registran esporádicamente construcciones residuales de usos antiguos con el pronombre átono en posición proclítica delante del gerundio (no me sintiendo) o del imperativo afirmativo (te guarda por guárdate), hábito lingüístico este último muy arraigado en Aragón. Destaca al respecto el uso del futuro de indicativo en las subordinadas temporales donde el castellano privilegia el presente de subjuntivo. Las construcciones de gerundio absoluto imitan la sintaxis latina y, por razones de economía expresiva, se usan también cuando el hipotexto de los Disticha no las contiene.
Como ya se ha adelantado, en varias ocasiones el hipotexto latino marca la pauta sintáctica de la construcción empleada en las coplas castellanas. Una muestra evidente de dicha relación textual implícita es el arranque de la obra, glosa del íncipit latino («Cum animadverterem quam plurimos homines errare graviter») que el autor reproduce tal cual («Como yo imaginasse en mi coraçón / errar muchos hombre en esta carrera»), empleando la conjunción como con valor causal y el imperfecto de subjuntivo, que rige la completiva con infinitivo, en lugar del nexo que más el verbo flexionado. Por otra parte, cabe precisar que ambas son construcciones latinizantes bastante comunes en los textos cuatrocentistas, también en prosa.
Finalmente, en cuanto al léxico, Sánchez López ofrece un listado de aragonesismos y catalanismos (2015: 37-38), empleado en su Catón en romance, especificando que muchas veces aparecen en el texto poético a final de verso, lo cual es indicio de su empleo por exigencias métrico-rítmicas o expresivas. A veces se producen incluso cruces entres voces de una y otra procedencia, como en el término alvolote, aragonesismo originado como forma intermedia entre la castellana (alboroto) y la catalana (alvolot). Otras veces, los catalanismos o aragonesismos presentes en el texto son palabras que, incluso para las fechas de su redacción, se habían aclimatado en la lengua castellana, como por ejemplo quixal (‘muela’), lo cual testimoniaría una operación de selección léxica por parte de nuestro autor, que ocasionalmente elige aquellos préstamos de procedencia oriental más al uso en su época. Son también casos representativos de esta riqueza etimológica que va adquiriendo el castellano del XV algunos occitanismos presentes en 93*DC como por ejemplo el derivado parlera, seguramente llegado a Castilla por mediación del catalán parlar, así como algunos arabismos todavía utilizados en la lengua cuatrocentista: por ejemplo, retama, que aparece dos veces en el texto en posición de rima (vv. 108 y 1093) y que, como la hiel, se había convertido por antonomasia en sinónimo de amargura, o el adverbio rafezmente (> rafez, ar. hisp. raẖíṣ, ár. clás. raẖīṣ), con el significado de ‘fácilmente’.
La tendencia, ya mencionada, a servirse de expresiones idiomáticas, modismos y frases hechas como ripios o comodines, hasta rebajar el registro de los versos latinos hasta el coloquialismo, puede ejemplificarse, junto con otros rasgos que caracterizan la lengua del incunable al que ya nos hemos referido, con la siguiente estrofa, que trata de la importancia de comedirse, incluso en los favores que se dispensan a los amigos:
Dapsilis interdum notis et carus amicis;
cum fueris felix, semper tibi proximus esto.
Ahunque alguna vez convides e fagas
honras, plazeres, a tus conocidos,
mira que tengas con ti tus sentidos,
e que tú después en lazería no yagas;
ca aquel sabe bien remediar a sus llagas,
que, siendo próspero, piensa al siniestro
para que no quede con solo un cabestro,
desnudo, perdido, con las solas bragas (I.40, vv. 457-464).
Aquí se rebaja el tono sentencioso de los preceptos latinos con expresiones metafóricas, algunas de ellas aún comprensibles a día de hoy, como «tengas con ti tus sentidos», con el significado de ‘mantener la propia capacidad de discernimiento’, o mediante imágenes referidas a la cotidianidad más ordinaria, como la de conducir una montura con el solo cabestro, sin arreos de otro tipo, algo que se consideraba señal de indigencia; llegamos incluso a trivializaciones del hipotexto latino: así puede considerarse la expresión quedarse en bragas, todavía viva y asentada en el uso hodierno para indicar, de forma colorida, la falta de recursos materiales.
[Autor: Massimo Marini] [Cita: Marini, Massimo (2024), «Caracterización lingüística de El Catón en latín y en romance (POECIM/93*CA)», en POECIM: Poesía, Ecdótica e Imprenta, coord. Josep Lluís Martos, Alicante, Universitat d’Alacant].
Debemos indicar que, por razones comerciales, educativas y culturales, los Disticha Catonis fueron una preocupación del círculo zaragozano de Pablo Hurus: Disticha moralia (1488-1490) solo con texto latino, la traducción de arte menor de Martín García (c. 1490) y la traducción de arte mayor de Gonzalo García de Santa María (1493), estas dos últimas conteniendo también el texto latino. Dadas las relaciones conocidas entre los responsables de estas ediciones cuesta trabajo pensar que no guarden relación entre ellas o, dada la proximidad en el tiempo y en el espacio en su producción, cabe preguntarse la relación que mantienen. Por otra parte, se ha insistido mucho sobre la importancia del taller zaragozano de los Hurus en el panorama tipográfico de la Península, sobre todo a partir de los trabajos de Romero Tobar y de Pallarés Jiménez; dentro de la periodización propuesta por la imprenta de los Hurus en Zaragoza, este incunable pertenece a una segunda etapa de su actividad, que empieza con el regreso de Pablo a Aragón en 1491 después de un largo viaje comercial a Alemania, cuando la oficina ya está muy bien encaminada, también gracias al trabajo de su hermano Juan.
Alvar/Lucía, pp. 245-249; Alvar/Lucía, Traductores, p. 247; BETA, manid 1818; CCPBE, n.º 000108771-1; CICLE, n.º 0119; Dutton V, p. 14, n.º 6944; García Rojo/Ortiz de Montalván, n.º 525bis; GW 6383; Haebler, n.º 140; IBE, n.º 1536; ISTC ic00319900; Martín Abad 1984, C -75; Sánchez, n.º 46; Vindel, Arte tipográfico, IV, n.º 57; Vindel, Catálogo-Índice BNE, n.º 47.
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Cita abreviada: POECIM/93*CA